Ante al fenómeno de
la risa no todos reaccionamos de la misma manera. La decisión sobre lo que es risible y lo que es no risible, por ejemplo, nos pone en guardia frente a varios
dilemas: ¿Podemos reírnos de todo? ¿Cuándo debemos reírnos y cuándo no? ¿En qué situaciones la risa es inapropiada? ¿Cuándo el humor es destructivo? ¿Cuándo la carcajada es
una «salida en falso»?
Al intentar
responder estas preguntas, nos hallamos ante uno de los aspectos más controversiales
del tema: la ética de la risa. Sobre todo porque en algunas de sus
manifestaciones, la risa se impregna con lo oscuro y lo bajo del ser
humano, con sus actitudes y creencias maliciosas. Entramos en el territorio de
una ética negativa de la risa, desde
cuya perspectiva se ponen en tela de
juicio los chistes racistas y sexistas, la burla, el sarcasmo, las bromas
pesadas, el matoneo y todo aquello que contempla la función agresiva de la
risa.
Según una certera declaración
de Aristóteles, la risa tiene que ver con lo feo del hombre, siempre y cuando
esa fealdad no produzca dolor. Y es en ese umbral entre lo feo tolerable y lo feo detestable en el que inadvertidamente la diversión se convierte en agresión directa, y donde
se instalan las objeciones morales más frecuentes contra el humor. Se dice de él que promueve los aspectos detestables
de una persona como el engaño, la insensibilidad, la irresponsabilidad, el hedonismo,
la lascivia, la hostilidad, el irrespeto, la anarquía y la tontería.
Uno de los investigadores que ha intentado responder estos interrogantes es el filósofo norteamericano John Morreall, quien empezó a interesarse en el tema de la risa desde sus años de colegial. En una de sus obras, Comic Relief, abordó ese aspecto tan poco estudiado del humor que es la dimensión ética de la risa. Y los resultados de su indagación lo llevaron a conclusiones inesperadas. Encontró, por ejemplo, que en colectivo la gente no se ríe de los grupos humanos que desprecia, como usualmente se cree, sino de grupos al margen de su cultura, y, a veces, de ellos mismos. Cuando un grupo odia a otro -dice Morreall-, lo manifiesta por medios directos y no necesariamente por la burla. La risa en tales casos es más bien expresión de una función defensiva y no de una función agresiva.
Uno de los investigadores que ha intentado responder estos interrogantes es el filósofo norteamericano John Morreall, quien empezó a interesarse en el tema de la risa desde sus años de colegial. En una de sus obras, Comic Relief, abordó ese aspecto tan poco estudiado del humor que es la dimensión ética de la risa. Y los resultados de su indagación lo llevaron a conclusiones inesperadas. Encontró, por ejemplo, que en colectivo la gente no se ríe de los grupos humanos que desprecia, como usualmente se cree, sino de grupos al margen de su cultura, y, a veces, de ellos mismos. Cuando un grupo odia a otro -dice Morreall-, lo manifiesta por medios directos y no necesariamente por la burla. La risa en tales casos es más bien expresión de una función defensiva y no de una función agresiva.
Estos y otros hallazgos
llevaron a Morreall a identificarse con el pensamiento de Henri Bergson, para
quien, contrariamente a lo que muchos piensan, la risa es incompatible con la emoción
y no la expresión de una emoción en sí misma. Apoyado también en las ideas de Tomas
de Aquino y Aristóteles -quienes consideraban que bajo las
circunstancias adecuadas el sentido del humor es una virtud deseable-, nuestro autor
propone en oposición a la ética negativa del humor, una ética de la desconexión emocional como la característica más
importante de la risa.
De acuerdo con la argumentación del filósofo, el proceso mental que acompaña la risa tiene como una de sus consecuencias el bloqueo de las emociones
negativas que suprimen la creatividad y el pensamiento crítico. Desde el punto
de vista psicológico, el humor es una forma de apreciar los cambios cognitivos;
estar de buen humor es estar, con la mente abierta, atentos a las ideas nuevas (el
pensamiento divergente de De Bono) y
a crear conexiones inesperadas entre las cosas (el proceso de bisociación de Arthur Koestler).
El sentido del humor
tendría también consecuencias biológicas, pues está relacionado con la supervivencia
de la especie humana. Apoyándose en el juicio de los antropólogos que también han
estudiado el fenómeno de la risa, Morreall sugiere que la evolución del humor se
debió en parte a la necesidad de prepararse los humanos para las experiencias novedosas
y sorprendentes. La habilidad para identificar lo sorpresivo e inesperado nos
hace flexibles para encajar en nuevos ambientes.
Para Morreall, el
sentido del humor también fomenta un sentido crítico que es sano y provechoso
para la sociedad en su conjunto: la risa descubre las incongruencias del mundo
y de la sociedad, desvela las apariencias, el engaño y la hipocresía, y desalienta
la tendencia a seguir incondicionalmente a un líder, actitud que fomenta la
pasividad y el gregarismo.
La ética de la desconexión emocional también tiene sus consecuencias
en el trato con los demás, es decir, en lo social interpersonal: Ponerse a
distancia de las cosas y las situaciones es entender por qué las otras personas
actúan como lo hacen. De modo que, al mirarnos objetivamente, el humor fomenta en
nosotros la paciencia y la tolerancia con respecto a las debilidades de los
demás.
El humor puede adquirir incluso un significado religioso al considerar la trascendencia que hay en la desconexión emocional, y esto tiene que ver con la autoirrisión: la capacidad de reírse de sí mismo. El que piensa solo en términos de aquí, yo, ahora -sostiene Morreall- podría ser considerado infantil, egoísta o sicópata. La ética de la desconexión emocional nos lleva a la orilla opuesta del egoísmo, hacia un auto-desprendimiento que actúa como mecanismo de enfrentamiento ante los embates de la cruda realidad.
Como lo expresó Baruch Spinoza: «La emoción que
constituye sufrimiento, deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea
clara y precisa del mismo». Y es aquí donde una ética positiva de la risa, la de la
desconexión emocional, convierte el sentido del humor en una de las
herramientas más poderosas para afirmarnos en la vida.